RESTÁBAL – EL PADUL
Con ésta, bajamos de nuevo hacia el Valle de Lecrín o Valle de la Alegría para impregnarnos de esta tierra tan generosa y que te contagia nada más poner los pies sobre su alfombra verde y en forma de piel sobre la naturaleza. Entorno que te conquista ya, tras abrir los ojos y ponerlos en remojo, bajo el color de su bandera: verde, naranja, amarillo y blanco; y con su cielo azul como telón de fondo sobre ese paisaje tan propio.
Para allá que nos dirigimos hoy desde Granada en autocar hacia la localidad granadina de Restábal ( a unos 35 km. de distancia), y que junto con Melegís y Saleres forman el municipio de El Valle.
Aquí comenzamos el recorrido, a pierna suelta nada más bajar del vehículo, sobre las 10:05 de la mañana y echando de menos, por la parte que me toca, a mi "media naranja blanca"que andaba un tanto indispuesta. Una mañana, por cierto, que se nos había abierto como por milagro después de unos días de vuelta a las nubes sobre Granada y que nos habían tomado cariño tras el paso de la Semana Santa.
Apuntar que Restábal está situado junto a la confluencia de los ríos Saleres y Dúrcal, al pie del cerro de los Canjorros, y que iniciamos la marcha sobre una cota de unos 538 m. de altitud sobre el nivel del mar.
Bajamos al río, para cruzarlo de inmediato, y caminamos ahora por el margen derecho del río Dúrcal entre hermosas plantaciones de naranjos y algún que otro limonero y como jugando al escondite entre ellos. Tomamos dirección norte entre una magnífica vegetación de ribera, mientras vamos calentando piernas, y respirando ya de todo lo que se nos acerca.
El carril al poco, se bifurca. Nosotros tomamos el de la derecha y que continúa paralelo al río Dúrcal.
Tras pasar de nuevo por otra zona de cultivo de naranjos, cruzamos el río y continuamos por el sendero que nos asciende un poco hasta una casa medio en ruinas. Sobre ella tenemos lo que queda del Castillo de Murchas o Castillo de Lojuela y que fue de la reina árabe Zoraida, esposa del Rey Mulhacén. Vestigio claro de la época musulmana, se encuentra situado sobre uno de los dos únicos arrecifes de coral del Mioceno (hace 200 millones de años) que afloran en la provincia de Granada, en donde podremos encontrar fósiles de corales, moluscos, etc., etc., y al que nos dirigimos tras un subidón de piernas y agarrándote a lo que puedas, pues la vereda de acceso por esta cara está un poco dificultosa. Al llegar arriba, las vistas pues que merecen la pena: resto de las murallas y de la torre, de este castillo que fue fortín y torre de vigilancia y que dan paso y alternancia al horizonte que nos rodea, con una bella panorámica de varios pueblos del Valle y las montañas que lo abrazan.
Bajamos del Castillo por el acceso opuesto al que lo “conquistamos” sobre el terreno y que nos deja sobre un carril arenoso que nos va descendiendo, al poco, hasta el trazado y curso de una acequia. Acequia que seguimos al pie de sus aguas pero en sentido contrario al de su bajada.
Salvando algunos tramos en que puedan causar un poco de vértigo, esta acequia nos conduce hasta la parte de la misma conocida como Los Arcos. Tramo de este canal de riego que toma sus aguas del río Dúrcal, surtiendo a las tierras de Melegís, y en el que los árabes (o posiblemente los romanos) construyeron estos elementos para salvar el desnivel existente sobre el terreno y poder darle la continuidad a las aguas. Construcción que, según se observa, recientemente ha sido reconstruida, sobre una gran parte muy dañada, mediante bloques de cemento, y que desentonan con el resto de la historia. Esperemos que el tiempo se encargue de emparejarlas y bajo el verde de la naturaleza.
Mediante una pronunciada pero corta bajada, nos asentamos junto al mismísimo margen izquierdo del río Dúrcal, atravesando por entre una espesa zona de eucaliptos, sauces, pinos y enormes álamos a los que se les han adherido la hiedra como abrazándolos.
Seguimos curso arriba del Dúrcal, al que salvaríamos cruzando de un lado al otro en un total de tres ocasiones por rudimentarios puentes (dos de madera y uno de obra), y salvando en hilera mientras tanto un espeso cañaveral, por el que no tenemos ni pérdida ni excusa para no atravesarlo. Sólo seguir el rastro de los túneles, abiertos al efecto entre las cañas y construidos para la continuidad de la vereda, para abandonar este hermoso paisaje de ribera. Pero eso sí, con un poco de pena a nuestras espaldas.
El terreno sobre el que pisamos ahora, sobre este angosto cañón, se aclara de inmediato, mientras observamos un magnífico meandro a nuestra derecha, para ascender a pierna suelta entre el zigzag de la vereda que nos levanta hasta que nos topamos con las primeras huertas o bancales de la localidad de Cónchar, que junto con la de Cozvíjar, forman el municipio ahora de Villamena.
Nos adentramos en Cónchar, haciendo una breve parada en el Bar de Rosa (porque todo hay que “andarlo”, que la vida no es sólo cuesta arriba). La salida de Cónchar la hacemos por la puerta grande y con dirección Norte. Dejamos atrás el Bar-Restaurante "La Huertecilla" que nos hizo un guiño mediante su olor a tapa viva, como tentándonos para que nos quedáramos a comer en su recogida y privilegiada terraza-comedor. Si nos hubiese guiñado también el otro... ¿Quién sabe las bajas que hubiésemos tenido? Pero no, todos al completo, que esto del andar también tiene su gustazo y recompensa, nos aupamos hasta un excelente mirador que se está contruyendo sobre una pequeña explanada, al margen izquierdo y sobre una gran curva que forma la carretera de bajada y acceso al pueblo. Después de cruzar dicha carretera y pasar unas escombreras, marchamos por un carril carretero de tierra rojiza que tenemos enfrente, flanqueado a ambos lados por una finca de almendros y en donde, al poco y a nuestra derecha, tenemos una pequeña granja-criadero de avestruces, para acto seguido dirigir nuestra mirada y el sentido de la marcha hacia el gran puente de hormigón sobre la Autovía de la Costa y que tenemos justo delante, pero en lejanía. Detrás de éste, como de regalo para la vista y descanso de los párpados, tenemos el de hierro y que fue construido por un discípulo de Eiffel, y al que el pueblo “cariñosamente” y enseguida bautizó, y antes de que se oxidara, como el Puente de Lata y que fue construido en los Talleres Lecoog, en Bélgica. Añadir, como curiosidad, que estuvo instalado durante 21 años en Gor, antes de ser trasladado a Dúrcal, donde se inauguró en 1924. Su longitud es de 270 m. y está construido con acero cromado, alcanzando su coste la suma de seis millones de reales de por aquellos entonces.
Entramos ahora en la finca Alcázar y algunos nos decidimos, antes del obligado avituallamiento, a visitar la cascada que ruge aguas abajo del Arroyo que da nombre a esta finca y que nace en la rambla de Cijancos, un poco más abajo del Cortijo La Venta. Arroyo Alcázar que desemboca en el río Dúrcal tras unos 2 km. de recorrido.
Después de visitar esta hermosa cascada, a la que se accede arroyo abajo por su margen izquierdo, con subida y bajada, y de retorno a la inversa incluida; mediante un último esfuerzo, y tras un dificultoso acceso hasta su mismísima base, tras escuchar el rugir de su habla, empaparnos de sus aguas y de realizar, junto a los que no quisieron bajar a verla, esa parada obligada para el avituallamiento que alimenta el doble de su espacio, nos levantamos "de la mesa" en caminata, para continuar con la marcha, por el sendero principal que tenemos delante y que asciende hasta otra nueva bifurcación de caminos. Ahora tomamos el de la izquierda y que pasa justo por debajo de una higuera. El sendero asciende aguas arriba del río o arroyo de la Laguna que recoge las aguas de la laguna del Padul.
Tras cruzar la autovía, bajo las entrañas de un gran ojo a modo del puente que la salva, llegamos a la localidad de Cozvíjar.
Con ésta, bajamos de nuevo hacia el Valle de Lecrín o Valle de la Alegría para impregnarnos de esta tierra tan generosa y que te contagia nada más poner los pies sobre su alfombra verde y en forma de piel sobre la naturaleza. Entorno que te conquista ya, tras abrir los ojos y ponerlos en remojo, bajo el color de su bandera: verde, naranja, amarillo y blanco; y con su cielo azul como telón de fondo sobre ese paisaje tan propio.
Para allá que nos dirigimos hoy desde Granada en autocar hacia la localidad granadina de Restábal ( a unos 35 km. de distancia), y que junto con Melegís y Saleres forman el municipio de El Valle.
Aquí comenzamos el recorrido, a pierna suelta nada más bajar del vehículo, sobre las 10:05 de la mañana y echando de menos, por la parte que me toca, a mi "media naranja blanca"que andaba un tanto indispuesta. Una mañana, por cierto, que se nos había abierto como por milagro después de unos días de vuelta a las nubes sobre Granada y que nos habían tomado cariño tras el paso de la Semana Santa.
Apuntar que Restábal está situado junto a la confluencia de los ríos Saleres y Dúrcal, al pie del cerro de los Canjorros, y que iniciamos la marcha sobre una cota de unos 538 m. de altitud sobre el nivel del mar.
Bajamos al río, para cruzarlo de inmediato, y caminamos ahora por el margen derecho del río Dúrcal entre hermosas plantaciones de naranjos y algún que otro limonero y como jugando al escondite entre ellos. Tomamos dirección norte entre una magnífica vegetación de ribera, mientras vamos calentando piernas, y respirando ya de todo lo que se nos acerca.
El carril al poco, se bifurca. Nosotros tomamos el de la derecha y que continúa paralelo al río Dúrcal.
Tras pasar de nuevo por otra zona de cultivo de naranjos, cruzamos el río y continuamos por el sendero que nos asciende un poco hasta una casa medio en ruinas. Sobre ella tenemos lo que queda del Castillo de Murchas o Castillo de Lojuela y que fue de la reina árabe Zoraida, esposa del Rey Mulhacén. Vestigio claro de la época musulmana, se encuentra situado sobre uno de los dos únicos arrecifes de coral del Mioceno (hace 200 millones de años) que afloran en la provincia de Granada, en donde podremos encontrar fósiles de corales, moluscos, etc., etc., y al que nos dirigimos tras un subidón de piernas y agarrándote a lo que puedas, pues la vereda de acceso por esta cara está un poco dificultosa. Al llegar arriba, las vistas pues que merecen la pena: resto de las murallas y de la torre, de este castillo que fue fortín y torre de vigilancia y que dan paso y alternancia al horizonte que nos rodea, con una bella panorámica de varios pueblos del Valle y las montañas que lo abrazan.
Bajamos del Castillo por el acceso opuesto al que lo “conquistamos” sobre el terreno y que nos deja sobre un carril arenoso que nos va descendiendo, al poco, hasta el trazado y curso de una acequia. Acequia que seguimos al pie de sus aguas pero en sentido contrario al de su bajada.
Salvando algunos tramos en que puedan causar un poco de vértigo, esta acequia nos conduce hasta la parte de la misma conocida como Los Arcos. Tramo de este canal de riego que toma sus aguas del río Dúrcal, surtiendo a las tierras de Melegís, y en el que los árabes (o posiblemente los romanos) construyeron estos elementos para salvar el desnivel existente sobre el terreno y poder darle la continuidad a las aguas. Construcción que, según se observa, recientemente ha sido reconstruida, sobre una gran parte muy dañada, mediante bloques de cemento, y que desentonan con el resto de la historia. Esperemos que el tiempo se encargue de emparejarlas y bajo el verde de la naturaleza.
Mediante una pronunciada pero corta bajada, nos asentamos junto al mismísimo margen izquierdo del río Dúrcal, atravesando por entre una espesa zona de eucaliptos, sauces, pinos y enormes álamos a los que se les han adherido la hiedra como abrazándolos.
Seguimos curso arriba del Dúrcal, al que salvaríamos cruzando de un lado al otro en un total de tres ocasiones por rudimentarios puentes (dos de madera y uno de obra), y salvando en hilera mientras tanto un espeso cañaveral, por el que no tenemos ni pérdida ni excusa para no atravesarlo. Sólo seguir el rastro de los túneles, abiertos al efecto entre las cañas y construidos para la continuidad de la vereda, para abandonar este hermoso paisaje de ribera. Pero eso sí, con un poco de pena a nuestras espaldas.
El terreno sobre el que pisamos ahora, sobre este angosto cañón, se aclara de inmediato, mientras observamos un magnífico meandro a nuestra derecha, para ascender a pierna suelta entre el zigzag de la vereda que nos levanta hasta que nos topamos con las primeras huertas o bancales de la localidad de Cónchar, que junto con la de Cozvíjar, forman el municipio ahora de Villamena.
Nos adentramos en Cónchar, haciendo una breve parada en el Bar de Rosa (porque todo hay que “andarlo”, que la vida no es sólo cuesta arriba). La salida de Cónchar la hacemos por la puerta grande y con dirección Norte. Dejamos atrás el Bar-Restaurante "La Huertecilla" que nos hizo un guiño mediante su olor a tapa viva, como tentándonos para que nos quedáramos a comer en su recogida y privilegiada terraza-comedor. Si nos hubiese guiñado también el otro... ¿Quién sabe las bajas que hubiésemos tenido? Pero no, todos al completo, que esto del andar también tiene su gustazo y recompensa, nos aupamos hasta un excelente mirador que se está contruyendo sobre una pequeña explanada, al margen izquierdo y sobre una gran curva que forma la carretera de bajada y acceso al pueblo. Después de cruzar dicha carretera y pasar unas escombreras, marchamos por un carril carretero de tierra rojiza que tenemos enfrente, flanqueado a ambos lados por una finca de almendros y en donde, al poco y a nuestra derecha, tenemos una pequeña granja-criadero de avestruces, para acto seguido dirigir nuestra mirada y el sentido de la marcha hacia el gran puente de hormigón sobre la Autovía de la Costa y que tenemos justo delante, pero en lejanía. Detrás de éste, como de regalo para la vista y descanso de los párpados, tenemos el de hierro y que fue construido por un discípulo de Eiffel, y al que el pueblo “cariñosamente” y enseguida bautizó, y antes de que se oxidara, como el Puente de Lata y que fue construido en los Talleres Lecoog, en Bélgica. Añadir, como curiosidad, que estuvo instalado durante 21 años en Gor, antes de ser trasladado a Dúrcal, donde se inauguró en 1924. Su longitud es de 270 m. y está construido con acero cromado, alcanzando su coste la suma de seis millones de reales de por aquellos entonces.
Entramos ahora en la finca Alcázar y algunos nos decidimos, antes del obligado avituallamiento, a visitar la cascada que ruge aguas abajo del Arroyo que da nombre a esta finca y que nace en la rambla de Cijancos, un poco más abajo del Cortijo La Venta. Arroyo Alcázar que desemboca en el río Dúrcal tras unos 2 km. de recorrido.
Después de visitar esta hermosa cascada, a la que se accede arroyo abajo por su margen izquierdo, con subida y bajada, y de retorno a la inversa incluida; mediante un último esfuerzo, y tras un dificultoso acceso hasta su mismísima base, tras escuchar el rugir de su habla, empaparnos de sus aguas y de realizar, junto a los que no quisieron bajar a verla, esa parada obligada para el avituallamiento que alimenta el doble de su espacio, nos levantamos "de la mesa" en caminata, para continuar con la marcha, por el sendero principal que tenemos delante y que asciende hasta otra nueva bifurcación de caminos. Ahora tomamos el de la izquierda y que pasa justo por debajo de una higuera. El sendero asciende aguas arriba del río o arroyo de la Laguna que recoge las aguas de la laguna del Padul.
Tras cruzar la autovía, bajo las entrañas de un gran ojo a modo del puente que la salva, llegamos a la localidad de Cozvíjar.
Destacar de Cozvíjar tanto su señorial núcleo urbano como las Cuevas del Arroyo y antes mencionado de la Laguna; sitio por el que se le dio salida forzada a las aguas milenarias de la antigua laguna del Padul tras su desecación, allá por 1779 y que llegó a ocupar unos 5 km2 de extensión.
Atravesamos dicha localidad con dirección a la Ermita de la Virgen de la Cabeza, para tomar la Vía Pecuaria, debidamente señalizada.
Andamos un kilómetro aproximadamente y tomamos un desvío a la izquierda, exactamente en donde hay un cartel anunciando “coto privado de caza” y que ya nos suena a algo…
Este desvío, nos acerca hasta un cortijo sobre el que parece que se termina el carril, pero aquí debemos de desviarnos a la derecha y seguir todo adelante. Al llegar de nuevo a otro cruce de caminos, tomamos el de la derecha para pasar junto a una caseta de madera relacionada seguramente con el seguimiento de las aves que habitan entre los carrizales de este humedal del Padul; sin duda uno de los más importantes de España e incluido en el convenio RAMSAR y que cuenta con la mayor turbera de la cuenca mediterránea, con la presencia de gran variedad de especies consideradas como vulnerables. Aves entre las que podemos ver en la laguna, entre sus "madres" como aquí se les llama a los canales de drenaje, aparte de Aguiluchos laguneros, Ánades reales, Fochas, etc. etc., vivos ejemplares de Agachadiza chica, Bisbita alpino y común, Buitrón, Martín pescador, Lavandera blanca, Pechiazul, Rascón europeo, Ruiseñor bastardo, Tarabilla común, Torcecuello, Verdecillo y Zorzal común.
Localidad de Padul a la que nos acercamos sobre los pasos y siempre con la vista puesta al frente para que nos sepa a ese camino más corto y acertado.
Tras un último “paseíllo” a través de estos carrizales de la Laguna del Padul, y que nos lleva hasta un renovado puente de madera, cruzándolo y continuando por el antiguo camino del tranvía, nos conduce hasta la cota en donde está enclavada El Padul (unos 744 m.a.)
Punto y final de esta variada ruta, sobre las 17:00 h. aproximadamente, que en cuanto a colores y sabores se refiere, y que tras los 19 km. que ha supuesto su recorrido y salvando ese pequeño desnivel de 206 m., nos ha brindado hoy con esa mezcla tan explosiva para el descanso, gozo y recreo de la vista.
Y bueno que, tras tirar la casa por la ventana y a modo de fuegos artificiales, sirva ésta como despedida oficial por estas tierras de El Valle, sobre el programa de primavera, y tan próximas como hermanas. ¡Y que…hasta la próxima que viene, que aquí os dejo algunas instantáneas, como muestra de esas ganas!
Andamos un kilómetro aproximadamente y tomamos un desvío a la izquierda, exactamente en donde hay un cartel anunciando “coto privado de caza” y que ya nos suena a algo…
Este desvío, nos acerca hasta un cortijo sobre el que parece que se termina el carril, pero aquí debemos de desviarnos a la derecha y seguir todo adelante. Al llegar de nuevo a otro cruce de caminos, tomamos el de la derecha para pasar junto a una caseta de madera relacionada seguramente con el seguimiento de las aves que habitan entre los carrizales de este humedal del Padul; sin duda uno de los más importantes de España e incluido en el convenio RAMSAR y que cuenta con la mayor turbera de la cuenca mediterránea, con la presencia de gran variedad de especies consideradas como vulnerables. Aves entre las que podemos ver en la laguna, entre sus "madres" como aquí se les llama a los canales de drenaje, aparte de Aguiluchos laguneros, Ánades reales, Fochas, etc. etc., vivos ejemplares de Agachadiza chica, Bisbita alpino y común, Buitrón, Martín pescador, Lavandera blanca, Pechiazul, Rascón europeo, Ruiseñor bastardo, Tarabilla común, Torcecuello, Verdecillo y Zorzal común.
Localidad de Padul a la que nos acercamos sobre los pasos y siempre con la vista puesta al frente para que nos sepa a ese camino más corto y acertado.
Tras un último “paseíllo” a través de estos carrizales de la Laguna del Padul, y que nos lleva hasta un renovado puente de madera, cruzándolo y continuando por el antiguo camino del tranvía, nos conduce hasta la cota en donde está enclavada El Padul (unos 744 m.a.)
Punto y final de esta variada ruta, sobre las 17:00 h. aproximadamente, que en cuanto a colores y sabores se refiere, y que tras los 19 km. que ha supuesto su recorrido y salvando ese pequeño desnivel de 206 m., nos ha brindado hoy con esa mezcla tan explosiva para el descanso, gozo y recreo de la vista.
Y bueno que, tras tirar la casa por la ventana y a modo de fuegos artificiales, sirva ésta como despedida oficial por estas tierras de El Valle, sobre el programa de primavera, y tan próximas como hermanas. ¡Y que…hasta la próxima que viene, que aquí os dejo algunas instantáneas, como muestra de esas ganas!
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- Accesos: Desde Granada con dirección Motril, por la A-44 y salida El Valle, hasta Restábal (35 km. aprox.) en autocar.
- Accesos: Desde Granada con dirección Motril, por la A-44 y salida El Valle, hasta Restábal (35 km. aprox.) en autocar.
Regreso: El Padul- Granada en autocar (unos 13 km.)
- Itinerario: Restábal, Castillo de Murchas, Cónchar, finca y Arroyo Alcázar (con visita a su cascada), Cozvíjar, Ermita Virgen de la Cabeza, humedal del Padul, El Padul.
- Trayecto: lineal
- Distancia recorrida: 19 km.aprox.
- Participantes: Club Senderista el Bastón
- Dificultad: Media-Baja
- Duración: 7 h. (incluidos descansos y parada para el avituallamiento)
- Agua: en los 4 pueblos visitados.
- Dificultad: Media-Baja
- Duración: 7 h. (incluidos descansos y parada para el avituallamiento)
- Agua: en los 4 pueblos visitados.
1 comentario:
Precioso escenario el del Valle de Lecrín. Apuntada queda esta ruta primaveral desde Restábal (que si no recuerdo el mismo pueblo tenia muy bonitas vistas).
Descripciones muy completas como siempre. Así da gusto leer un blog. :)
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